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OTELO.
YAGO.

Ea, caballero Rodrigo: aqui, à pie firme, os espero.

OTELO,

Envainad esos aceros virgenes, porque el rocio de la noche podria violarlos. Venerable anciano, vuestros años me vencen más que vuestra espada.

BRABANCIO.

¡Infame ladron! ¿Donde tienes á mi hija? ¿Con qué hechizos le has perturbado el juicio? Porque si no la hubieras hechizado con artes diabòlicas, como seria posible que una niña tan hermosa y tan querida y tan sosegada, que ha despreciado los más ventajosos casamientos de la ciudad, hubiera abandonado la casa de su padre, atropellando mis canas y su honra, y siendo ludibrío universal, para ir a entregarse à un asqueroso monstruo como tú, afrenta del linaje humano, y cuya vista no produce deleite sino horror?