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OTELO.


BRABANCIO.

¿Qué ruido es ese? ¿Qué pasa?

RODRIGO.

¿Teníais en casa toda la familia?

YAGO.

¿Estaban cerradas todas las puertas?

BRABANCIO.

¿Por qué esas preguntas?

YAGO.

Porque os han robado. Vestios presto, por Dios vivo. Ahora mismo está solazándose con vuestra blanca cordera un macho negro y feo. Pedid ayuda á los ciudadanos, ó si no, os vais á encontrar con nietos por arte del diablo. Salid.

BRABANCIO.

¿Te has vuelto loco?

RODRIGO.

¿No me conocéis, señor?

BRABANCIO.

No te conozco. ¿Quién sois?

RODRIGO.

Soy Rodrigo, señor.

BRABANCIO.

Pues lo siento mucho. Ya te he dicho que no pasees la calle á mi hija, porque no ha de ser esposa tuya, y ahora sales de la taberna medio borracho, á interrumpir mi sueño con gritos é impertinencias.