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ROMEO
BALTASAR.

Pues ya nada malo puede sucederte, porque su cuerpo reposa en el sepulcro, y su alma está con los ángeles. Yace en el panteon de su familia. Y perdonadme que tan pronto haya venido á traeros tan mala noticia, pero vos mismo, señor, me encargasteis que os avisara de todo.

ROMEO.

¿Será verdad? ¡Cielo cruel, yo desafio tu poder! Dadme papel y plumas. Busca esta tarde caballos, y vamonos á Verona esta noche.

BALTASAR.

Señor, dejadme acompañaros, porque vuestra horrible palidez me anuncia algún mal suceso.

ROMEO.

Nada de eso. Déjame en paz y obedece. ¿No traes para mí carta de Fray Lorenzo?

BALTASAR.

Ninguna.

ROMEO.

Lo mismo da. Busca en seguida caballos, y en marcha. (Se va Baltasar.) Sí, Julieta, esta noche descansaremos juntos. ¿Pero cómo? ¡Ah, infierno, cuan presto vienes en ayuda de un ánimo desesperado! Ahora me acuerdo que cerca de aquí vive un boticario de torvo ceño y mala catadura, gran herbolario de yerbas medicinales. El hambre le ha convertido en esqueleto. Del techo de su lóbrega covacha tiene colgados una tortuga, un cocodrilo, y varias pieles de fornidos peces; y en cajas amontonadas, frascos vacíos y verdosos, viejas semillas, cuerdas de bramante, todo