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ROMEO

de tí todos los dias, á cada instante. Tan pesados corren los dias infelices, que temo envejecer antes de tornar á ver á mi Romeo.

ROMEO.

Adios. Te mandaré noticias mias y mi bendicion por todos los medios que yo alcance.

JULIETA.

¿Crees que volveremos á vernos?

ROMEO.

Sí, y que en dulces coloquios de amor recordaremos nuestras angustias de ahora.

JULIETA.

¡Válgame Dios! ¡Qué présaga tristeza la mia! Parece que te veo difunto sobre un catafalco. Aquel es tu cuerpo, ó me engañan los ojos.

ROMEO.

Pues también á tí te ven los mios pálida y ensangrentada. ¡Adios, adios!

(Vase.)
JULIETA.

¡Oh, fortuna! te llaman mudable: á mi amante fiel poco le importan tus mudanzas. Sé mudable en buen hora, y así no le detendrás y me le restituirás luego.

SEÑORA DE CAPULETO.

(Dentro.) Hija, ¿estás despierta?

JULIETA.

¿Quién me llama? Madre, ¿estás despierta todavía ó te levantas ahora? ¿Qué novedad te trae á mí? (Entra la señora de Capuleto.)