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Y JULIETA.
FRAY LORENZO.

Te manda salir de Verona, pero no temas: ancho es el mundo.

ROMEO.

Fuera de Verona no hay mundo, sino purgatorio, infierno y desesperacion. Desterrarme de Verona es como desterrarme de la tierra. Lo mismo dá que digais muerte que destierro. Con una hacha de oro cortais mi cabeza, y luego os reís del golpe mortal.

FRAY LORENZO.

¡Oh, qué negro pecado es la ingratitud! Tu crímen merecia muerte, pero la indulgencia del Príncipe trueca la muerte en destierro, y aún no se lo agradeces.

ROMEO.

Tal clemencia es crueldad. El cielo está aquí donde vive Julieta. Un perro, un raton, un gato pueden vivir en este cielo y verla. Sólo Romeo no puede. Más prez, más gloria, más felicidad tiene una mosca ó un tábano inmundo que Romeo. Ellos pueden tocar aquella blanca y maravillosa mano de Julieta, ó posarse en sus benditos labios, en esos labios tan llenos de virginal modestia que juzgan pecado el tocarse. No lo hará Romeo. Le mandan volar y tiene envidia á las moscas que vuelan. ¿Por qué decís que el destierro no es la muerte? ¿No teniais algún veneno sutil, algún hierro aguzado que me diese la muerte más pronto que esa vil palabra, «desterrado?» Eso es lo que en el infierno se dicen unos á otros los condenados. ¿Y tú, sacerdote, confesor mio y mi amigó mejor, eres el que vienes á matarme con esa palabra?