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Y JULIETA.
MERCUTIO.

¿Y no podeis encontrar motivo sin que os lo den?

TEOBALDO.

Mercutio, tú estás de acuerdo con Romeo.

MERCUTIO.

¡De acuerdo! ¿Has creido que somos músicos? Pues aunque lo seamos, no dudes que en esta ocasion vamos á desafinar. Yo te haré bailar con mi arco de violin. ¡De acuerdo! ¡Válgame Dios!

BENVOLIO.

Estamos entre gentes. Buscad pronto algún sitio retirado, donde satisfaceros, ó desocupad la calle, porque todos nos están mirando.

MERCUTIO.

Para eso tienen ojos. No me voy de aquí por dar gusto á nadie.

TEOBALDO.

Adiós, señor. Aquí está el doncel que buscábamos.

(Entra Romeo,)
MERCUTIO.

Mátenme si él lleva los colores de vuestro ecundo. Aunque de fijo os seguirá al campo, y por eso le llamáis doncel.

TEOBALDO.

Romeo, sólo una palabra me consiente decirte el odio que te profeso. Eres un infame.

ROMEO.

Teobaldo, tales razones tengo para quererte que me hacen perdonar hasta la bárbara grosería de ese saludo. Nunca he sido infame. No me conoces. Adios.