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Y JULIETA.
AMA.

¡Qué mala elección de marido has tenido! ¡Vaya, que el tal Romeo! Aunque tenga mejor cara que los demás, todavía es mejor su pié y su mano y su gallardía. No diré que la flor de los cortesanos, pero tengo para mí que es humilde como una oveja. ¡Bien has hecho, hija! y qué Dios te ayude. ¿Has comido en casa?

JULIETA.

Calla, calla: eso ya me lo sabia yo. ¿Pero que hay de la boda? dímelo.

AMA.

¡Jesús! ¡qué cabeza la mia! Pues, y la espalda... ¡Cómo me mortifican los riñones! ¡La culpa es tuya que me haces andar por esos andurriales, abriéndome la sepultura antes de tiempo.