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Y JULIETA.

calaña, Y si yo misma no puedo, otros sacarán la cara por mí. Pues no faltaba más. ¡El grandísimo inpertinente! ¿Si creerá que yo soy una mujer de esas?... Y tú (á Pedro) que estás ahí tan reposado, y dejas que cualquiera me insulte.

PEDRO.

Yo no he visto que nadie os insulte, porque si lo viera, no tardaria un minuto en sacar mi espada. Nadie me gana en valor cuando mi causa es justa, y cuando me favorece la ley.

AMA.

¡Válgame Dios! todavía me dura el enojo y las carnes me tiemblan... Una palabra sola, caballero. Como iba diciendo, mi señorita me manda con un recado para vos. No voy á repetiros todo lo que me ha dicho. Pero si vuestro objeto es engañarla, ciertamente que será cosa indigna, porque mi señorita es una muchacha joven, y el engañarla seria muy mala obra, y no tendría perdon de Dios.

ROMEO.

Ama, puedes jurar á tu señora que...

AMA.

¡Bien, bien, así se lo diré, y ha de alegrarse mucho!...

ROMEO.

¿Y qué le vas á decir, si todavía no me has oido nada?

AMA.

Le diré que protestais, lo cual, á fe mia, es obrar como caballero.

ROMEO.

Dile que invente algún pretexto para ir esta tarde a

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