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Y JULIETA.
JULIETA.

¿Y qué quisiera yo sino que lo fueras? aunque recelo que mis caricias habian de matarte. ¡Adios, adios! Triste es la ausencia y tan dulce la despedida, que no sé cómo arrancarme de los hierros de esta ventana.

ROMEO.

¡Que el sueño descanse en tus dulces ojos y la paz en tu alma! ¡Ojalá fuera yo el sueño, ojalá fuera yo la paz en que se duerme tu belleza! De aquí voy á la celda donde mora mi piadoso confesor, para pedirle ayuda y consejo en este trance.


ESCENA III.

Celda de Fray Lorenzo.

FRAY LORENZO y ROMEO.


FRAY LORENZO.

Ya la aurora se sonrie mirando huir á la oscura noche. Ya con sus rayos dora las nubes de oriente. Huye la noche con perezosos piés, tropezando y cayendo como un beodo, al ver la lumbre del sol que se despierta y monta en el carro de Titan. Antes que tienda su dorada lumbre, alegrando el dia y enjugando el llanto que vertió la noche, he de llenar este cesto de bien olientes flores y de yerbas primorosas. La tierra es á la vez cuna y sepultura de la naturaleza, y su seno educa y nutre hijos de varia condicion, pero ninguno tan falto de virtud que no dé alimento ó remedio ó solaz al hombre. Extrañas son las virtudes que derramó la pródiga mano de la naturaleza, en piedras, plantas y yerbas. No hay sér inútil sobre la tierra, por vil y des-