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Y JULIETA.
ROMEO.

¿Quieres oir gemidos?

BENVOLIO.

¡Gemidos! ¡Donosa idea! Dime formalmente quién es.

ROMEO.

¿Dime formalmente?... ¡Oh, qué frase tan cruel! Decid que haga testamento al que está padeciendo horriblemente. Primo, estoy enamorado de una mujer.

BENVOLIO.

Hasta ahí ya lo comprendo.

ROMEO.

Has acertado. Estoy enamorado de una mujer hermosa.

BENVOLIO.

¿Y será fácil dar en ese blanco tan hermoso?

ROMEO.

Vanos serian mis tiros, porque ella, tan casta como Diana la cazadora, burlará todas las pueriles flechas del rapaz alado. Su recato la sirve de armadura. Huye de las palabras de amor, evita el encuentro de otros ojos, no la rinde el oro. Es rica, porque es hermosa. Pobre, porque cuando muera, sólo quedarán despojos de su perfeccion soberana.

BENVOLIO.

¿Está ligada a Dios por algun voto de castidad?

ROMEO.

No es ahorro el suyo, es desperdicio, porque esconde avaramente su belleza, y priva de ella al mundo.