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MACBETH.

paladar del alma. Hubo tiempo en que me aterraba cualquier rumor nocturno, y se erizaban mis cabellos, cuando oia referir alguna espantosa tragedia, pero despues llegué á saciarme de horrores: la imagen de la desolacion se hizo familiar á mi espíritu, y ya no me conmueve nada. ¿Pero qué gritos son esos?

SITON.

La reina ha muerto.

MACBETH.

¡Ojalá hubiera sido más tarde! No es oportuna la ocasion para tales nuevas. Esa engañosa palabra mañana, mañana, mañana nos va llevando por dias al sepulcro, y la falaz lumbre del ayer ilumina al necio hasta que cae en la fosa. ¡Apágate ya, luz de mi vida! ¿Qué es la vida sino una sombra, un histrion que pasa por el teatro, y á quien se olvida despues, ó la vana y ruidosa fábula de un necio? (Llega un espía.) Habla, que ese es tu oficio.

ESPÍA.

Señor, te diré lo que he visto, pero apenas me atrevo.

MACBETH.

Di sin temor.

ESPÍA.

Señor, juraría que el bosque de Birnam se mueve hacia nosotros. Lo he visto desde lo alto del collado.

MACBETH.

¡Mentira vil!

ESPÍA.

Mátame, si no es cierto. El bosque viene andando, y está á tres millas de aquí.