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MACBETH.
ANGUSS.

Ni borrar de sus manos las huellas de sangre de su oculto crímen. Cada dia le abandonan sus parciales, y si alguno le obedece no es por cariño. Todo el mundo conoce que la púrpura real de su grandeza oculta un cuerpo raquítico y miserable.

MENTEITH.

¿Y cómo no ha de temblar, si en el fondo de su alma se siente ya condenado?

CAITHNÉSS.

Vamos á prestar homenaje al legítimo monarca, y á ofrecer nuestra sangre para que sirva de medicina á la patria oprimida.

LÉNNOX.

Ofrezcámosla toda, ó la que baste á regar el tronco y las ramas. Vamos al bosque de Birnam.


ESCENA III.

Castillo de Dunsinania.

MACBETH, un CRIADO, SÉTON y un MÉDICO.


MACBETH.

¡No quiero saber mas nuevas! Nada he de temer hasta que el bosque de Birnam se mueva contra Dunsinania. ¿Por ventura ese niño Malcolm no ha nacido de mujer? A mí dijeron los génios que conocen lo porvenir: «Macbeth, no temas á ningún hombre nacido de mujer.» Huyan en buen hora mis traidores caballeros: júntense con los epicúreos de Inglaterra. Mi alma es de tal temple, que no vacilará ni aún en lo más des-