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MACBETH.
MALCOLM.

De mí mismo. Llevo de tal manera en mí las semillas de todos los vicios, que cuando fructifiquen, parecerán blancas como la nieve las ensangrentadas sombras de las víctimas de Macbeth, y quizá bendigan su memoria los súbditos, al contemplar mi horrenda vida.

MACDUFF.

¡Pero si en los infiernos mismos no hay un sér más perverso que Macbeth!

MALCOLM.

Te concedo de buen grado que es cruel, lascivo, hipócrita, falso, avaro, iracundo, y que se juntan en él todas las maldades del mundo. Pero también es atroz mi lujuria: no bastarian á saciarla todas vuestras hijas y esposas: no habria dique que pudiera oponerse á mi deseo... No... no... prefiero que reine Macbeth.

MACDUFF.

Terrible enemigo del cuerpo es la incontinencia, y de ella han sido víctimas muchos reyes, y por ella han sido asolados florecientes imperios. Pero no temais, señor. El campo del placer es espacioso. No faltan bellezas frágiles, y aunque tu voracidad sea como la del buitre, has de acabar por cansarte de tantas como acudirán, ufanas de su pomposa deshonra.

MALCOLM.

Ademas, ruge en mi pecho condicion tan indomable, que si fuera rey, no tendria yo reparo en matar á un noble por despojarle de sus heredades y castillos, ó condenarle por falsas acusaciones, aunque él fuera espejo de lealtad, para enriquecerme con sus despojos.