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MACBETH.
MACBETH.

Yo nó... yo no lo hice... no me mires agitando tu cabellera tinta en sangre.

ROSS.

Levantaos: el rey está enfermo.

LADY MACBETH.

Nó, nó, continuad sentados. Son accidentes que desde joven padece mi marido. No os levantéis. Es cosa de un momento. Vereis cual se repone en seguida. No os fijeis en él, porque se aumentará su delirio. (Aparte á Macheth.) ¡Y dices que eres hombre!

MACBETH.

Y hombre fuerte, pues que me atrevo á mirar de hito en hito lo que pondria espanto al mismo Satanás.

LADY MACBETH.

Necedad insigne! ¡Sombras que finge el miedo! Es como aquel puñal que decías que te guiaba por el aire, cuando mataste al rey Duncan. ¡Consejas, tolerables solo en boca de una anciana, al amor de la lumbre! ¡Vergüenza para tí! ¡Y aun sigues turbado! ¡No vés que tú asiento está vacío!

MACBETH.

¡Nó, nó... Mira, mira!... ¿No lo vés?... ¿Qué dices ahora?... Pero ¿qué me importa lo que digas? Mueves la cabeza en signo de incredulidad?... Habla, habla... Si los sepulcros nos arrojan su presa, los palacios se trocarán en festin de buitres.

(Se vá la sombra.)
LADY MACBETH.

¿Estás loco?