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MACBETH.

¡Ya eres señor de Glámis y de Cáudor! Lo demas se cumplirá tambien, pero desconfio de tu carácter criado con la leche de la clemencia. No sabes ir por atajos sino por el camino recto. Tienes ambicion de gloria, pero temes el mal. Quisieras conseguir por medios lícitos un fin injusto, y coger el fruto de la traicion sin ser traidor. Te espanta lo que vas á hacer, pero despues de hecho, no quisieras que se deshiciese. ¡Ven pronto! Infundiré mi alma en tus oidos, y mi lengua será azote que espante y disipe las nieblas que te impiden llegar á esa corona, que el hado y el influjo de las estrellas aparejan para tus sienes.

UN CRIADO.

Esta noche llega el Rey.

LADY MACBETH.

¿Estás en tí? ¿No ves que tu señor no está en el castillo, ni nos ha avisado?

UN CRIADO.

Tambien él se acerca. Un compañero mio vino casi sin aliento á traer la noticia.

LADY MACBETH.

Cuidad bien al mensajero. Es portador de grandes nuevas. (Aparte). El cuervo se enronquece de tanto graznar, anunciando que el rey Duncan llega al castillo, ¡Espíritus agitadores del pensamiento, despojadme de mi sexo, haced mas espesa mi sangre, henchidme de crueldad de pies á cabeza, ahogad los remordimientos, y ni la compasion ni el escrúpulo sean parte á detenerme ni á colocarse entre el propósito y el golpe! ¡Espíritus del mal, inspiradores de todo crimen, incorpóreos, invisibles, convertid en hiel la leche de mis pechos! Baja, hórrida noche: