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EL MERCADER
BASANIO.

¿Tú, señora, fuiste el letrado, y yo no te conocia?

GRACIANO.

¿Y tú, Nerissa, el pasante?

NERISSA.

Sí, pero un pasante que no piensa engalanar tu frente, mientras fuere tu mujer.

BASANIO.

Amado doctor, partireis mi lecho, y cuando yo falte de casa, podreis dormir con mi mujer.

ANTONIO.

Bellísima dama, me habeis devuelto la salud y la fortuna. Esta carta me dice que mis bajeles han llegado á puerto de salvacion.

PÓRCIA.

Y para tí, Lorenzo, tambien tiene alguna buena noticia mi pasante.

NERISSA.

Y se la daré sin interés. Toma esta escritura. Por ella os hace donacion el judío de toda su hacienda, para cuando él fallezca.

LORENZO.

Tus palabras, señora, son como el maná para los cansados israelitas.

PÓRCIA.

Ya despunta el alba, y estoy segura de que todavía no os satisface lo que acabo de deciros. Entrémonos en casa y os responderé á cuanto me pregunteis.