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EL MERCADER

(pues todavía la conservo) que he de dormir con ese abogado.

NERISSA.

Y yo con el pasante. ¡Conque, ojo!

GRACIANO.

Bueno, haz lo que quieras, pero si cojo al pasante, he de cortarle la pluma.

ANTONIO.

Por mí son todas estas infaustas reyertas.

PÓRCIA.

No os alarmeis, pues á pesar de todo, sereis bien recibido.

BASANIO.

Perdón, Pórcia, si te he ofendido, y aquí, delante de estos amigos, te juro por la luz de esos divinos ojos en que me miro...

PÓRCIA.

¡Fijaos bien! Dice que se mira en sus ojos, que ve un Basanio en cada uno de ellos. Juras por la doblez de tu alma, y juras con verdad.

BASANIO.

¡Perdóname, por Dios! Te juro que en mi vida volveré á faltar á ninguna palabra que te dé.

ANTONIO.

Una vez empeñé mi cuerpo en servicio suyo, y hubiera yo perdido la vida, á no ser por el ingenio de aquel hombre á quien vuestro marido galardonó con el anillo. Yo empeño de nuevo mi palabra de que Basanio no volverá á faltar á sus promesas, á lo menos á sabiendas.