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¿Un borrego?

explicado nuestra necesidad de carne dita no másdijo cuando Goyo le hubo ensegui— No hubo discusión por el precio.

Goyo era baquiano y ligero. Mi atareada inutilidad le hacía reír sin descanso. No bien había yo rasgado el cuero de una pata, cuando ya su cuchillo, viniendo por la panza, me amenazaba con la punta. Con tajos largos y certeros separaba el cuero de la carne y, una vez abierta la brecha, metía en ella el puño con el que rápidamente procedía al despejo de la bestia. Haciendo primero un círculo con la hoja en derredor de las coyunturas, quebró las cuatro patas en la última articulación. Entre el tendón y el hueso del garrón, abrió un ojal en el que pasó la presilla de cabestro y, arrimándose a un árbol, tiró por sobre una rama la punta opuesta, de la cual me colgué con él hasta que quedara suspendida la res.

Rápidamente abrió la panza, sacó a vueltas y revueltas el sebo de tripa, despojó el vientre de desperdicios, el torax de bofes, hígado y corazón.

—Pa eso me has llamao? pregunté estúpi— damente inactivo, avergonzado de mis manos que colgaban también como desperdicios.

—Aura me vah'ayudar pa llevar la carne.