Página:Don Segundo Sombra (1927).pdf/68

Esta página ha sido corregida
— 66 —

—¡Oh! no le andás muy lejos.

—Verdá, hermanito — confesé pensando en mis dos petizos. — ¿No sabés de ningún potrillo que me pueda comprar?

—¿Te vah' acer domador?

—Vi arreglarme como pueda. ¿No sabés de nenguno?

—Cómo no, aquí cerquita no más, en la chacra de Cuevas, vah' a hallar lo que te conviene... y baratito — concluyó Horacio dándome buenos datos, después de haber comenzado mofándose de mi indigencia.

—¡Graciah'ermano!

A la caída del sol tomé rumbo a lo de Cuevas. La chacra estaba a unas quince cuadras atrás del monte, y me fuí a pie para disimular mi partida al patrón, que podía disgustarse, y a los peones que se burlarían de mi audacia, conociendo mi falta de capital para un negocio.

Salí por un grupo de eucaliptos, pisando en falso sobre los gajos caídos de algunas ramas secas y enredándome a veces en un cascarón, por ir mirando para atrás. Al linde de la arboleda descansé mi andar, asentando las alpargatas sobre la lisa dureza de una huella; poco a poco fuí acercán-