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—Cocinero — dijo Goyo, — pásele un plato y una cuchara al mensual nuevo.

—¿Mensual nuevo? — rió el muchacho que hoy había hecho burla de mi pedido de trabajo. — ¿Será pa acarriar basuras?

Me dí cuenta de que aquellas palabras, que en otro pudieran haber sido maldad, no eran más que estupidez y aproveché la ocasión, no queriendo hacer mentir a Goyo, que había prometido bueno para cuando yo tuviera confianza.

—¿Pa acarriar basuras? — repetí. — Tené cuidado no vaya ser que algún día amanezcás por los zanjones.

Y como sentí que reían, recordé mis días de popularidad en el pueblo.

—Mala inclinación tenés — continué, mirando el pelo motoso y desordenado de mi interlocutor — si fuera el patrón, te mandaría cortar la porra pa rellenar pecheras.

Una risotada general acogió mi discurso. Cuando se hubo terminado, un hombre de los más viejos me reconvino con altura:

—Muchas leyes parece que tenés, pero es güeno no querer volar antes de criar bien las alas. Sos muy cachorro pa miar como los perros grandes.