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tramos a la cocina donde no había nadie. Un chico apareció, diciéndome que el patrón me esperaba en el patio de los paraísos. Sabía de antes el camino y lo encontré a Don Leandro como cuando le cebaba mate.

—Arrímese, amigo me dijo cuando me vió.

Me acerqué descubierto y tomé de lejos la mano que me ofrecía. Me miró con un cariño que me turbaba.

— —Te has puesto mozo y grande — me dijo.

No tengás vergüenza. Me has conocido como patrón, pero ahora soy tu tutor y eso es casi como quien dice un padre, cuando el tutor es lo que debe ser. Veo que estás cansado continuó, como haciendo que se equivocaba sobre mi palidez.

No es cosa de aburrirte ahora con detalles, ni consejos. Tenemos mucho tiempo por delante si Dios quiere.

1 — Dejé de oírlo un momento. La voz continuó:

—Ya has corrido mundo y te has hecho hombre, mejor que hombre gaucho. El que sabe de los males de esta tierra, por haberlos vivido, se ha templado para domarlos...

¿Qué significaban esas palabras oídas? Yo había vivido aquello en un mundo liviano.

Cerca nuestro, había un rosal florecido y un pe-