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ta a Dios en la orilla de una aguada, como cualquier animal arisco... o perderme en la pampa a lo matrero. Más que las lindezas con que hoy me agracia el destino, me valdría haber muerto en la ley en que he vivido y me he criao, porque no tengo condición de víbora p'andar mudando pelechos, ni mejorando el traje.

Don Segundo se levantó, en señal de partida.

Sujetándolo de un brazo lo interrogué ansioso:

—Es verdá que no soy el de siempre y que esos malditos pesos van a desmentir mi vida de paisano?

—Mirá — dijo mi padrino, apoyando sonriente su mano en mi hombro. Si sos gaucho en de veras, no has de mudar, porque andequiera que vayas, irás con tu alma por delante como madrina'e tropilla.

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