Página:Don Segundo Sombra (1927).pdf/336

Esta página no ha sido corregida
— 334 —

XXV.

Nos levantamos medio tarde, a la salida del sol.

Demetrio había dormido doce horas, nosotros ocho.

Era suficiente para desentumirnos y, aunque nos enderezáramos con gran disgusto del cuerpo, nos hallábamos, después de matear, listos para otra patriada.

El inconveniente por mí previsto, se agrandaba.

Mis tres caballos estaban más que cansados; el reservado trasijado después de nuestra lucha; el redomón no me parecía por demás garifo. ¿Qué hacer? Que el capataz me entregara mis pesos, dándome de baja, era una vergüenza. Mi padrino podía prestarme uno de sus caballos o dos, pero quedaría entonces tan desplumado como yo.

En tan malas cavilaciones me encontraba cuan-