ca y a su habilidad para el visteo. No se sabía bien lo que querría, entre tantas vueltas como las que daba en sus elogios, cuando con neta intención de pendenciero dijo:
—Yo me pregunto: ¿no se le helará la sangre al mocito si llega a encontrarse frente a un cuchillo?
Como si todos nos preguntáramos lo mismo, miramos a Antenor. Este estaba pálido y agachaba la cabeza. Sospechamos que tenía miedo.
—También me he tenido fe en mis mocedades continuó el hombre de bigote canoso — ¡y vean! concluyó todavía me tendría la mesma fe pa señalarlo al mocito por dondequiera.
— — 316— Antenor levantó la cabeza y, dándonos siempre la penosa impresión de su blandura, respondió:
—Señor, yo soy un hombre tranquilo y si por juguete sé vistear, no es porque quiera toparme con naides, ni para que naides me pelée.
—¡Oiganlé!
rió burlonamente el provocador.
Había sido como carne'e paloma. Y eso dijo, dirigiéndose a todos que no tengo intención de estropearlo, sino cuanti más de que nos sangremos un poco pa probar la vistaque se le ha ñublao de golpe?
O ¿será — -