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XXIII.

Cierto que el bruto del reservado me dió trabajo y que, con mi pie hinchado, vi más de una vez el negocio en mal camino. Pero el contento de salir airoso de la prueba a que me había sometido el patrón, tanto como el llevar mi doma con acierto, fueron cosas que me pusieron en estado de cargar con aquellos rigores.

Parece, según me dijeron algunos, que con doblarlo al cabos negros había conseguido yo algo, que muchos y muy buenos intentaron sin suerte.

No digo que tuvie un amor propio desmedido, ni que fuera por demás accesible al elogio, ¿quién no lo es más o menos?; pero el hecho de vencer, grande y continua tarea gaucha, me llenaba de un vigor descarado a fuerza de confianza.