Página:Don Segundo Sombra (1927).pdf/304

Esta página no ha sido corregida
— 302 —

que iban a quedar en mis manos, no quería estropearlo con una rebenqueada mayor.

Se dejó ensillar sin muchas cosquillas. Mal olor le iba tomando yo al negocio.

Todos estábamos como en misa.

Mientras lo sacaban a la playa y lo agarraban de la oreja, me resbalé las botas, para poder con más firmeza sostener los estribos, y me ajusté bien la vincha, no fuera que el pelo viniera a enceguecerme en lo mejor.

Cuanto le bolié la pierna, sentí que tenía el lomo arqueado como el de un barril y me acomodé lo más fuerte que pude. Coligiéndome bien fijo, dije despacio, sin ostentación, pues no estaba el asunto como para compadradas:

—Lárguelo no más.

Maliciaba detrás mío la sonrisita del patrón, pero no era cosa de perder la cabeza. En un segundo de tiempo pensé cruzarle de un lonjazo el hocico y deseché tal propósito, pues con ello me pondría a disposición de cualquier antojo del animal. Mejor era estudiarle los vicios. Por suerte mi padrino tomó la iniciativa.

—¡Afirmate me dijo y le envolvió al potro las patas de un arriadorazo.

El animal se abalanzó, manoteando el aire, y se