Página:Don Segundo Sombra (1927).pdf/301

Esta página no ha sido corregida
— 299 —

tos, como si fuese acostumbrado. La necesidad, dicen, tiene cara de hereje y no andaba yo en trances de mostrarme más delicado de lo que era. ¿No vería el otro lado, el de la suerte? La ocasión se presentaba como la había esperado durante mucho tiempo. Dos bayos son principio de una tropilla de bayos y aquella coincidencia con mis deseos me infundió audacia.

Cuando quedamos solos, mi padrino me filió de reojo, sonriendo. Aguanté con indiferencia aquel principio de burla y, como viera mi padrino que no salía de botaratada, sino de necesidad mi compromiso, me dijo que él podía aliviarme del trabajo, tomando por su cuenta cinco de los doce baguales.

Por suerte fué así. Los siete potros me dieron suficiente quehacer.

Los ensillaba apurado, como en un sueño, siguiendo al pie de la letra los consejos de Don Segundo que, al lado mío, ya alcanzándome alguna pilcha, ya apadrinándome, me guiaba paso a paso, sapientemente. Agarrábamos uno por turno y, aunque me tocara el primero y el último, tenía la ilusión de una tarea por partes iguales, sin contar la ventaja de descansar entre animal y animal.

Éramos cuatro en el corral de palo a pique. El