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Yo tenía rabia. ¿Hasta en el juego me pelarían?

271Nos recostamos contra el alambrado del callejón, donde menudeaban los comentarios.

—Tiene pa ganarle a dos como el caballo de aquí aseguraba un viejo, montado en un zaino aperado de plata pa ganarle fácil puntualizó.

— ...

El paisano con quien iba la discusión, retobado y huraño, decía despacio pero claro:

—Fácil, es la palabra.

—No, señor. No son palabras. Y si tienen con qué correrle, ahí está el hombre pa que lo hablen.

—Yo no tengo con qué.

—Pero esos otros, pues, que parece que no ven, cuando la ocasión se presienta.

—¡Bah! No hay que ir muy lejos. Ahí está el tordillo de los Cárdenas.

—¡Qué va a hacer con eso! Poco lo conozco al mentao. Tres veces lo han quebrao de lo lindo, en mi presencia, y, si no le disjusta, yo mesmo lo he tenido cuidando y le he tomao el tiempo.

—¡Ahá!

—Sí, señor, y le he tomao el tiempo con los dos reloses que tenía: uno rigular y el otro de sacar-