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— 255 Lo que es por mí, puede quedarse si gusta, que nadie dirá que en mi rancho no sé ofrecer lo que pueda al que anda de mala suerte. Soy mayor que usté mocito y, eso sí, puedo darle el consejo de que se cuide de andar peliando por hembras.

—Así es cerré, sin querer entrar en explicaciones.

Entró Doña Ubaldina.

—Güenas noches.

—Güenas noches.

Dirigiéndose a su marido, dijo la puestera gorda:

—ya lo h'emos vendao y ha parao la sangre.

No ha de morir por tan poco sonrió mirándoni ha de dejar de encandilarse con las pomelleras.

De pronto sentí que de la estúpida aventura, podía quedar un comentario sucio para Paula.

Agaché la cabeza y, Dios me perdone, me sentí hondamente triste.

Salí para el patio a ver si la cruzaba para hablarla. ¡Si me la hubiera podido llevar! Creo que no hubiese dudado un momento. Estaba en estado de olvidarlo todo. Al cabo cruzó a unos metros de donde yo estaba:

—Paula, quisiera hablarla.

Me miró por sobre el hombro: