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do para el campo. Manco o no manco, rengo y aunque fuera sin cabeza, yo también me iría al / día siguiente. Ya estaba recansado de esa tierra descomedida y no habría diablo que me sujetara, así tuviera un facón de tres brazadas.

Me saqué el sombrero, me rasqué la cabeza y me puse a silbar un estilo:

Yo me voy, yo me despido Yo ya me alejo de voz, Queda mi rancho con Dios A lo lejos vi que Patrocinio arrimaba mi tropilla. Al día siguiente, pensé, me iría con ella. No hay querencia mejor que el lomo de sus caballos para un resero, ni cama más acomodadita que sus jergas y sus pellones. "No necesito mah'embras que mis pulgas", me dije.

La voz de Paula me increpó juguetonamente:

—Oiga, mozo. Se le van a asolear los recuerdos.

Poniéndome el chambergo, me encaminé hacia ella, deseoso de volcarle encima mi despecho.

—Y usté, no va a tener tiempo pa acomodar sus adornos pa mañana.

—Estamos de baile?