Página:Don Segundo Sombra (1927).pdf/234

Esta página no ha sido corregida
— 232 —

P — 232Estábamos en la estancia de Galván, bajo los paraísos del patio; el patrón poniéndome una mano sobre el hombro me decía:

—Ya has corrido mundo y te has hecho hombre, mejor que hombre, gaucho. El que sabe los males de esta tierra por haberlos vivido, se ha templao para domarlos.

Andá no más. Allí te espera tu estancia y, cuando me necesités, estaré cerca tuyo. Acordate...

Cerca nuestro había un rosal florecido y un perro overo me husmeaba las botas. Yo tenía el chambergo en la mano y estaba contento, muy contento, pero triste. ¿Por qué? Me habían sucedido cosas extraordinarias y sentía casi como si fuera otro..., otro que había ganado algo grande e indefinido, pero que tenía asimismo una impresión de muerte.

Pero bien suponía que eso no era cierto. Verdad era mi abrumador estado de incomprensión y la lucha matadora en que me empeñaba para despojarme de esa torpe ignorancia. La luz me atribulaba; más lejos, había sombras y algo se movía en ellas, haciéndome presumir que debía concentrar mi atención en su sentido.

—...después se deja estar tranquilo.