Esta página no ha sido corregida
— 231 —
XVIII.
...después se deja estar tranquilo.
Hice un gran esfuerzo para comprender lo que quería decir aquello. Vislumbraba, que era algo para mí y que debía escuchar. Pero ¿qué quería decir? y ¿qué era esa cara de hombre, rubia, por cierto conocida, y esa otra de mujer en que dejaba estar mis ojos con placer, recordando un sentimiento borroso de gratitud tal vez? Una luz me hacía daño y todo me parecía hostil, menos la expresión de esos dos rostros.
¡Oh, el dolor de no poder comprender y la sensación de estar hombreando un mundo de pesos vagos que, sin embargo, aparecían como míos!
¿Que era cierto? Hacía un rato vivía en un mundo liviano y me lo explicaba todo: