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Bien. Le manotié la arena del recado y las clines. Ya los dos muchachos estaban conmigo.

—¡Gran puta! — dije y la palabra me sonó bien, aunque no fuera mal hablado. Esta playa había sido como jeta'e comisario.

Subí dispuesto al trabajo. Por los médanos se perdió la yaguanesa. Mis compañeros se enredaban en mil dicharachos conmigo.

Comprendí que empezábamos a ser amigos.

No hay desayuno mejor que un porrazo para envalentonar el cuerpo. Estábamos más decididos para la recogida.

Después de un pesado galopar y gritar por los médanos, salimos al campo. Nuestro trabajo y el de los demás, que por ahí andarían, iba surtiendo efecto. La pampa, antes sola, se poblaba de puntas de hacienda que corrían, en montón o en hilera, para el lado opuesto al mar; para el lado de la gente hubiera dicho yo. Muy lejos, unas polvaredas indicaban las partes más numerosas de la recogida.

Las punYa podíamos estar más tranquilostas se buscaban entre sí, constituyendo masas cada vez más grandes. Las huellas insensiblemente marcaban rumbos al animalaje. No teníamos más que hacer una atropellada, de vez en cuando, para