Página:Don Segundo Sombra (1927).pdf/196

Esta página no ha sido corregida
— 194 —

yos últimos tramos me enfriaron de agua las manos, me cantaban familiares palabras de optimismo. Me enjuagué bien la cabeza, el pescuezo, los brazos hasta el codo. En seguida sentí mejor el viento y el sol. Mi fuerza de siempre corría a grandes impulsos por mis miembros.

La mañana era linda, dorada, ágil. El desierto se alegraba de su descanso fresco. Unos teros pasaron, muy arriba, gritando su alegría. Se oyeron, lejos, unos balidos. Una nube de gaviotas, chimangos y caranchos, giraba como trompo de aire, sobre alguna osamenta, allá, para el lado de los cangrejales. ¡Qué diablos, la vida nc afloja ni se aflige, porque a un animal o a un hombre, la noche le haya traído un mal rato!

Como había preparado ya el mate, fuí a convidarlo a Don Segundo.

—Güen día, padrino.

—Güen día.

Don Segundo rió mirándome:

— Ya te ha güelto el alma al cuerpo?

Me atreví a preguntar:

—¿Y Don Sixto?

—Se jué esta mañana a ver al muchacho que tiene enfermo. Quién sabe como lo halla.

—¿Por qué?... ¿le han traído una mala noticia?