Página:Don Segundo Sombra (1927).pdf/182

Esta página no ha sido corregida
— 180 —

saban por encima con peligro de ahogarlos. Nosotros no teníamos más tarea que la de impedir las montoneras y ordenar en lo posible aquel tumulto.

Los peones de la estancia, que habían oído el tropel o visto la disparada, nos ayudaban.

Vino el patrón y nuestro capataz, jadeante por las corridas y algo asustado, explicó la cosa, proponiendo pagar los daños.

Por suerte, el hombre tomó bien nuestro involuntario asalto y, lejos de incomodarnos, nos hizo acompañar con su gente después de saciada la sed de la hacienda.

Tuvimos que degollar un animal por demás es tropeado en los alambres y curar algunos otros.

Salvo esto, todo siguió como antes, hasta llegar a destino.