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cas por cuenta de un inglés Guales. Venía cuidándolas por chúcaras, cuando cata aquí que cruzando cerca de un puesto, se me atraviesa en el callejón una señora a salvar unos patitos. Ya se me entró a remolinear la hacienda. "Hágase a un lao señora", le grité. "¿Que me haga a un lao?" "Sí, señora; se lo decijo como un servicio".

"¿Y a mí qué me importa de su hacienda?" Yo estaba cerquita della y me iba dentrando rabia de verla tan enteramente porfiada, cuando pa mejor comenzó a echarme con madre y todo a loh'infiernos. ¡Dios me perdome! Le cerré las espuelas al picazo y la alcé por los elementos.

Aunque la prueba fuera buena para el caballo, me pareció aquel proceder un tanto salvaje. Sin dar mi opinión sobre el tal suceso, siguiendo la plática, resulté dueño del picazo por cincuenta pesos.

De pronto el viejo borracho, olvidado por nosotros en su rincón, comenzó a observarlo muy sonriente a mi padrino. Con expresión de quien medita una picardía, lo interpeló:

—¿Cómo te va Ufemio?

—¿Quién sos vos?

un tono que me hizo comprender que no ignoraba la filiación del borracho.

— interrogó mi padrino, con !