Página:Don Segundo Sombra (1927).pdf/177

Esta página no ha sido corregida
— 175 —

nos dirigíamos al despacho, fuí tanteando la posibilidad de una compra, que las perspectivas del largo arreo hacía casi necesaria. Pero el hombre nos hablaba de los novillos:

—Güena animalada, señor, y bien arriadita.

Frente al galpón, se le descolgó al picazo por la paleta y sonó el lucido juego de botones de su tirador, cuando tocando el suelo, sus pies barajaron el peso del cuerpo con golpe sordo.

Entramos.

Nuestro hombre se encaró con un anciano medio ebrio:

—Aquí habías de estar vos, haciendo gárgaras como sapo en el barrorespon—Con las copas que me pagas ¿no?

día el viejo de sonrisa envinada y ojos vagos.

—¡Al propósito vine al mundo pa mantener borrachos!

—¿Por qué no dentrás de polecía, hermano?

Mientras tomábamos nuestras sangrías, volví a hablar del picazo:

—Es ponderao pa'l trabajo.

—Vea, señor, no es por decirlo, pero tengo unos pingos medio güenones. Este que ando es uno de los más mejorcitos y corajudo pa'l porrazo. Vez pasada, cuando era redomón, traiba yo unas va-