Página:Don Segundo Sombra (1927).pdf/165

Esta página no ha sido corregida
— 163 —

L 163incapaz de inferirle una herida grave. Pero ¿sabría mi favorito emplear su vigor en caso de tomar la ofensiva?

Mi atención se había hecho sutil. Mis ojos como mis oídos, percibían hasta las fibras íntimas, las dos vidas que a unos pasos de mi asiento batallaban a muerte.

—Pertinazmente el giro seguía empujando con el buche, agravando así el silbido de su respiración penosa, y noté que aflojaba en su juego de pico.

—¡Quince a diez da el giro!

Nuevamente la usura me daba en el rostro su cachetada.

—¡Pago!

respondí.

—¡Veinte a quince al giro!

—¡Pago!

Y así, no sé cuantas veces, tomé posturas en que arriesgaba plata penosamente ganada en mis rudas andanzas. Algunos del público me miraron como se mira a un loco o a un sonso. Para ellos el giro no tenía más que insistir en su trabajo, acentuando su victoria hasta el anonadamiento del bataraz. Herido por esas miradas que me trataban de bisoño y, excitado por el empeño de mi dinero, me concentré en la pelea hasta identificarme