Página:Don Segundo Sombra (1927).pdf/124

Esta página no ha sido corregida
— 122 —

de luz. Me encontré de improviso con otro jinete ante cuya semblanza mis ojos dudaron un momento.

—Sos vos Pedro?

—Barrales de apelativo. Yo mesmo soy. He sabido que andabas por acá y he venido a toparte sólo pa que me contés de tu vida.

—Y es claro que vos no más habías sido. Con razón cuanto te vide las viruelas me dije: Esa es cara con hocico.

—Y yo hermanito? ¡Si te habré extrañao!

¿Creerás que dende que no te veo no puedo miar?

Con qué gusto encontraba a mi bueno y viejo compañero del primer arreo, cuya alegría dicharachera había dejado en mi memoria la resonancia de un cencerro.

Hasta llegar al palenque, me hizo decir cuanto quiso sobre lo sucedido en mi existencia, desde que no nos habíamos visto, y comentaba a antojo mis relatos con ingeniosos parangones o burlas simpáticas. Convinimos andar juntos en el baile y comimos codo a codo, en cuclillas, al lado del asador rodeado por unos treinta hombres.

Desde la cocina entreveíamos el galpón, al que iban llegando como avanzadas de fiesta algunos charrés y gente de a caballo. Adivinábamos ri1