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(LXI)

¿Pero qué miro yo? ¡Mi mano armada!
á los pies de mi madre con la espada!
Toma mi acero tú, ya me ha servido.
Gonz. Eso es, Señor, á tu virtud debido.
Olvida que tu madre fue tirana:
acuérdate que es madre y Soberana,
y dale ese consuelo. Acude presto.
Cond. Ya llega de mi vida el fin funesto.
Escarmienta de amor su curso aciago:
con gusto empieza, acaba con estrago.
Reyna felíz, tú, Sancho. El cielo cuida
para lauros los días de tu vida.
¡A Dios, mi Sancho; ¡á Dios! En este instante
mi corazón, al crimen arrogante,
cobarde tiembla en este pecho mio:
en miedo vil se convirtió mi brío.
Un negro horror, rencor y cruda muerte
me quitan el hablarte, y aun el verte.
Muero entre tantos y tan graves males
como pueden las furias infernales......
Mas ya...... No puedo articular razones
en medio de horrorosas confusiones.
Espiro........
Sanch. Ya murió, Cielo divino!
En ti vengar mi ofensa determino: (á Alm.)
en un suplicio acabarás la vida.
Alek. ¡Oh Sancho! Tu virtud esclarecida
venere en él aquel carácter régio
que logra en todo crimen privilegio.
Alm. Dexa, mi Alek, que Sancho me amenace:
asi su debil pecho satisface.
Y porque el mío altivo nunca pueda

ten-