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(LVII)

no sirven en los lances importantes:
tu fausto, tus mercedes deseaban,
cuando en delicias suaves se embriagaban.
De rodillas.
Aqui estoy yo, te bastará mi mano
contra todo el esfuerzo Castellano.
Ven conmigo, señor; me determino
á abrir por entre todos un camino.
Alm. Levanta, Alek, vasallo verdadero.
¡Qué tarde te conozco! Ten el fiero
inútil brazo: ya no vale el brío,
detén el tuyo, pues detengo el mío.
En vano Sancho castigarme intenta:
ninguna de sus furias me amedrenta.
Llegue, convoque todo su despecho;
de todo triunfará mi regio pecho.
Alek. ¿Cómo, señor? La Corte castellana
ardiendo en iras, y en venganza ufana,
en favor de Don Sancho enardecida:
¿qué estrella librará tu augusta vida?
Alm. No imploro yo el favor de las estrellas:
mi pecho es superior a todas ellas.
No temas que me acabe en sacrificio
la cárcel, el veneno o el suplicio.
Yo me libertaré.

ESCENA IV.
Los de la anterior: la Condesa entre sus Damas.
que la sientan en una silla, y Don Sancho
conteniendo a los Castellanos.

Sanch. Callad, teneos:
suspended el rigor con golpes feos,
no se manchen aceros tan gloriosos:

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