y vuelto contra sí su mismo daño,
con ímpetu quitando el vaso aleve,
á Sancho dixo: de mi vaso bebe.
El responde inocente: no apetezco
ahora la bebida, ni merezco
tan alto honor. Doña Ava sospechando
que se va su artificio declarando,
se turba. Sancho nota lo que mira;
la Corte entera su temblor admira.
El Rey también con pálido semblante
la turbación aumenta de su amante.
Hasta que con rigor, desesperada
de verse por su mano declarada,
todo el veneno apura. Este desecho
con el que tiene en su inhumano pecho,
aumenta su vigor, y se adelanta
el plazo de su muerte, que la espanta.
Entre rencor y furia la Condesa
dice su crimen, y su amor confiesa.
Al escucharlo el moro, quiso ufano
con rostro fiero, y con acero en mano
los suyos convocar, y ellos vinieron;
pero los castellanos se opusieron,
y en campo de batalla fue trocado
el salón a las fiestas destinado.
Huyeron los secuaces de tu dueño;
con sus desgracias aumentó su ceño;
la desesperación le hizo valiente,
mas nada le valió. De nuestra gente
Gonzalo se apartó por más osado,
y él solo sobre el Rey se echó arrojado.
La espada le arrancó del fuerte brazo,
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