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(LIII)

Alek. Habla con brío.
Qué se hizo tu Señora, y el Rey mío?
Elv. Ambos en gran peligro.
Alek. Ay Dios! qué dices?
Elv. Pagaron sus delitos infelices.
Alek. Y cómo? quándo? Di: cuéntalo todo.
Elv. Alek (escucha y tiembla) de este modo.
Tu Rey, tu fiero Rey, tu Rey tirano......
Alek. Muda de estilo, que es mi Soberano,
y no debo sufrir que así lo nombres.
Elv. Pues escucha su horror, porque te asombres,
y me digas qué nombre se merece
quien con las fieras competir parece.
Viendo Almanzor que al pecho dominaba
de la infeliz bellísima Doña Ava,
llegó por fin a persuadirla al fuerte
crimen de dar a Sancho indigna muerte.
No me explayo en contarte cada lance
que hubo hasta el fin del horroroso trance;
el tiempo y aun mi aliento me faltara,
si contártelos todos intentara.
Ella tomó el puñal, y vio su mano
endeble para crimen tan tirano:
al veneno apeló; con fraude impía
un banquete dispuso, en que á García
un criado el veneno administrase,
y de tal calidad, que lento obrase,
como débil insulto de un desmayo.
Lo supe yo: contélo todo al ayo
del regio infante, para que prudente
evitase un peligro tan urgente.
Díxele el nombre del fatal criado

(que