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(XLVIII)

al mándo del abuelo de Garcia,
mi tierno brazo con la lanza armado,
la dureza adquirió de buen soldado.
Joven mandé pequeños cuerpos suelto;
guiélos entre polvo y sangre envueltos.
No el número, mi exemplo los guiaba
al templo de la glória, que asaltaba.
Vencía con su fuerza mi presencia.
Después, quando mas lleno de experiencia
cumplí mayor edad, Señor, mi mano
las vanderas mandó del Castellano;
si con acierto, dígalo la glória;
aún conservan las tropas la memoria.
Llegada mi vejéz, en tu crianza
fundé yo mi deber, y su esperanza
tu Corte: de este modo te he servido;
felíz de haber tal lauro conseguido.
Me distingues, Señor, y yo he logrado
merecer un reposo no envidiado.
La distincion que un Soberano hace
entre sus nobles, tanto satisface
al que por sus servicios la recibe,
como estimula al que en el ocio vive.
Vamos, señor.
Alm. Soberbia Castellana!
Gonz. Y la experiencia prueba que no es vana.
Alm. Parece que tu madre, Sancho viene.
Sanch. El semblante turbado y triste tiene.
Alma. No lo creas, Garcia; antes debiera,
si alguna pesadumbre padeciera,
desecharla en el dia que el tratado
queda con tanto gústo confirmado.

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