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(XXXIX)

Castilla está á tus pies; y porque veas
mi sincera pasion, pronuncia, manda.
Esto dixiste, y tu dulzura blanda
tanto fuego a tus ojos infundia,
que pasaban del labio la energía.
Entonces yo pudiera, y aun debiera
valerme de ocasion tan lisonjera.
Yo tímido no quise con tal arte
á mi justa ambición determinante.
Solo dixe: Condesa, si te espanta
entre las leyes diferencia tanta;
si el no ser Mora tú, ni yo Christiano,
me quita el enlazar tu hermosa mano,
mira cómo la yedra, aunque distante,
se abraza tierna con el olmo amante.
Si entonces Almanzor, menos turbado,
hubiera aquel momento aprovechado,
tu hijo en sacrificio le ofrecieras,
y qual me pierdes tú, no me perdieras.
A Dios te queda.

ESCENA VIII.
La Condesa y Doña Elvira.

Cond. Elvira, sigue al Moro:
dile que le amo, dile que le adoro,
y que a su voz mi corazon se humilla;
que reynará en mi pecho y en Castilla;
que Sancho morirá.
Elv. Qué, ¿por tu mano?
Cond. No será mi rigor tan inhumano.
No con tanta crueldad, con artificio
he de hacer tan horrendo sacrificio.

Fin-
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