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(XXXVIII)

y á mis ojos tan suave ha parecido,
se represente en este infausto día
como objeto de horror y tiranía.
Necia de mí, que de imprudencia llena
oprimí el débil hombro con tal pena!
Alm. Necio de mí (con más razon lo digo)
y el cielo, el sabio cielo me es testigo
que fui más necio, no sabiendo osado,
en tu pasion inmensa confiado,
valerme de tu amor para mi intento.
Te acuerdas, no lo dúdo, del momento
que en el jardin ameno de esta casa,
por donde el tajo entre laureles pasa,
(perdona si en contártelo prosigo),
al pie de un mirto, solos, sin testigo,
lejos del fausto de la Corte y fiesta,
lejos de aquel bullicio que molesta,
oyendo desde lejos la armonía
de una música suave, que aplaudia
la dicha de un amor correspondido;
depuesto aquel respeto, que es debido
entre regías personas, me dixíste
con rostro amante, y con acento triste:
oh mi Almanzor! oh, quán dichosa fuera
si diferente ley tu fé tuviera!
Si fueras, como hermoso, tú Christiano,
yo ligára mi mano con tu mano:
felíz unión por siempre juntaria
tu amable vida con la vida mia.
Pero pues no es posible esta alianza,
y si a ella no es justa la venganza,
pide Almanzor quanto deseas:

Cas-