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(XIX)

entre los Dioses sacros á los hombres,
que por el lustre de gloriosos nombres
roban despojos para adorno infame;
deja que a fieras semejantes llame
hijos amados la fortuna ciega;
al darles triunfos, la quietud les niega.
Los prospectos, yá sé, de una conquista
son agradables á la régia vista;
y los que la ambicion llenar desean,
no distinguen los medios que se emplean.
Mas no conoces tú del castellano
el invencible amor al Soberano.
Adora a su Monarca. Aunque pudieras
sus pueblos añadir á tus primeras
tierras, en que dominas coronado,
nunca conservarás este Condado.
Soberbio el español su sangre vierte
defendiendo a su Rey. Gustosa muerte
se le ofrece en la sangre que derrama,
donde la guardia de su Rey le llama.
Del Padre hereda el hijo la constancia:
éste es el alimento de su infancia.
Las madres comunican fortaleza
con la leche que nutre su terneza.
Al páso que leales son valientes:
en las fatigas duros y pacientes.
En mi joven edad, señor, mi mano
mandó tu tropa contra el castellano:
venciome, y le vencí, mas siempre fiero
de batallar con pueblo tan guerrero.
Su exército no tiene el aparato,
superflua compostura y falso ornato,

que