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(XVII)

Di, cómo la encontraste?
Alek. Señor, triste.
Al verme conocí se conmovía;
apenas al principio profería,
en llanto prorrumpió; yo, que ignorante
del secreto me hallé, quedé un instante
inmóvil, sin saber de qué pendía;
pero en medio del llanto que vertía,
su pecho abrió, me reveló el secreto.
Luego que me explicó tu fiero objeto......
Alm. Qué hiciste, Alek......
Alek. Temblar, como temblaba
la amante y madre, la infeliz Doña Ava.
Alm. Después del susto, que a tu edad anciana
causó mi idea, al parecer tirana,
como de un Rey prudente consejero...
Alek. Prudente sí, mas nada lisonjero.
Alm. No lo apruebas acaso?
Alek. Hablar me mandas?
Pero ha de ser con las palabras blandas
con que la adulación dora el veneno;
o con el firme estilo con que el bueno
guarda de la verdad las sacras leyes?
Alm. Habla como se debe con los Reyes.
Alek. Un Rey del Ser supremo es un retrato;
a Dios solo será lenguaje grato
la voz de la verdad; así es debido
que te hable con estilo no fingido.
Adule, finja y mienta, si gustare,
quien menos tu carácter venerare;
tal vez de sus lisonjas más gustoso
oirás el atractivo delicioso,

que
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