habían de matar á él y á sus compañeros, por lo cual dejó el dicho capitán Alonso Vaca de ejecutar su intención; y para venir en conocimiento del lugar y sitio de dicha Quivira, sacarémoslo por el rumbo de la parte de la Nueva España, y cogeremos el principio del río Verde, dirección al reino de León, mirando siempre al Norte, en esta forma: del reino de León al río del Norte hay 100 leguas, dejando en medio la Sierra de Quaguila (Goahuila) en donde están ya ocho religiosos de N. P. San Francisco. En la misma ribera del río del Norte, comienza la nación que llaman Tejas, quedando á mano derecha la costa, á distancia de 50 leguas. Correrá esta nación hasta el río de las Noeces por la parte de la costa, como dicho es. Inmediatamente á ésta por el mismo rumbo la Quivira, con el mismo término de 100 leguas de ancho hasta llegar al río Grande, que atraviesa por medio de esta nación; que desde el de las Noeces á éste, á la parte del Norte, habrá como 100 leguas, y luego prosigue esta nación de Quivira como otras 50 leguas después del río Grande, por el mismo rumbo, con advertencia que por esta parte del Norte se ensancha mucho al Sur, teniendo por límites el río Grande, que baja de las Sierras Nevadas. Muchos quieren decir que la Quivira consta de muchas ciudades y que particularmente lo es la que así se intitula, y que todas son ricas de oro y plata. En este punto parece que estas noticias son más libres que verídicas, pues no hay quien afirme, así de nuestros españoles como de los indios circunvecinos á esta nación, haber percibido parte alguna de estos metales, que hayan salido de aquel reino; y ellos son los que comprueban su origen con la presencia de su estimación, que la tienen tanta entre los hombres, que aun los más bárbaros se precian de su adorno. Lo que es presumible, según la razón más congruente al conocimiento que se debe tener de aquellos reinos, según su temperamento, es que puede haber algunos minerales, y que pasando por éstos algunos de los muchos ríos que corren por aquellas tierras, los naturales que habitan sus riberas, limpiando sus arenas saquen de ellas alguna parte de oro ó plata, como antiguamente solían hacer los de esta Nueva España, pues es cierto que los indios nunca beneficiaron los metales de oro y plata en debida forma, hasta que vinieron los españoles; y las ciudades que dicen muchos ser populosas, y tan crecidas algunas que las ponderan de leguas, es cierto que hay mucha gente, pero viven en esta forma; que cada indio tiene su casa, y junto de ella su milpa y sementeras que siembra y coge, con que se dilata lo poblado sin ser la población lo que se piensa, y porque se vea que puede haber noticias legales, en este punto se ha de advertir que:
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DON DIEGO DE PEÑALOSA