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MEMORIAS DE LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA

nales que un hombre de los nuestros á caballo era pequeño en su comparación, y que tiraban grandísimas flechas, pareciéndole á Saldivar no llevar fuerza suficiente para contra tanta multitud de gentes bárbaras y tales, determinó volverse, temiendo algún mal suceso, como lo experimentó el capitán Humaña y otros, y aunque á este parecer resistieron el P. Fr. Lázaro y los más de los soldados, no bastó; ni aunque se ofrecieron 25 de ellos pidiéndole licencia para entrar y calar la tierra, no quiso el Maestre de Campo concedérsela, temiendo se perderían todos; antes mandó alzar mano de la jornada y volverse, y ejecutando esta prudente determinación, y estando cargando el bagaje, hizo en aquel punto la tierra gran sentimiento con un terrible y espantoso temblor, que parecía jugar con los montes más encumbrados según los mecía, derribando por el suelo las bestias cargadas y los hombres, sin que quedase cosa en su lugar, mostrando misteriosamente el cielo con este terremoto la cobardía de ánimo de los que se volvían desde las puertas de aquella fértil, rica y espaciosa tierra, que en el común sentir, todo lo que hasta hoy está conquistado y poblado debajo del nombre de América, es sombra en comparación de lo que contiene esta nueva parte del Mundo Nuevo, amenazada de conquistar por los franceses que confinan con ella, y de los ingleses y holandeses, que tanto la desean, aunque no lo conseguirán los unos ni los otros, porque ignoran el arte de conquistar, reservado al valor y destreza de nuestra nación y la portuguesa, aunque entonces los nuestros no osaron llegarlo á ver, siquiera para desengañarse.

 »Entonces el padre Fr. Lázaro dicen que exclamó diciendo en altas voces con entrañable dolor: ¡Ah españoles! ¡que la tierra hace sentimiento de nuestra falta de valor, y no lo hacemos nosotros! pero yo creo y lo tengo por sin duda, que como nuestro buen Dios y Señor guardó la conquista de Tierra-Firme, para el ilustre Pedrarias de Avila, hijo del Conde de Puñonrostro, y la del Perú para el bien afortunado Francisco Pizarro, y la de Chile para el insigne Pedro Gutiérrez de Valdivia, y la de la navegación del mar del Sur para el famoso D. Diego de Ocarnpo, y la de México para el ínclito Fernán Cortés; guarda esta para el excelente D. Diego Dionisio de Peñalosa, que como bisnieto de los tres mayores caballeros (Pedro Arias Dávila, Pedro de Valdivia, Diego de Ocampo) y mejores soldados de los cinco expresados, y marido que fué de nieta del siempre vencedor Marqués del Valle, Duque de Terranova (Fernán Cortés), parece que reproduce el valor de tan excelentes héroes, pues en su tiempo vemos vencidas tantas dificultades, y descubierto el camino de propagar el Evangelio, extender la monarquía y aumentar el comer-